Iñaqui Echevarne, Café-restaurante
Nausicaa, cerca del barrio de Exarjía, Atenas, Grecia, agosto de 2008.
Iñaqui
Echevarne encontró un hueco en la barra y nada más ocuparlo se preocupó de
llamar la atención del barman mediante señas. Un Baileys, pidió. Con hielo. Los
hielos de este caballero, si no le importa. El camarero, solícito, retiró la
bebida del otro cliente mientras el rostro de aquél se petrificaba en una mueca
de incomprensión. Introdujo los dedos índice y corazón en el interior del vaso
de tubo y sustrajo con maña los dos cubos de hielo. Después, con cierto estilo,
sacó de debajo la barra un recipiente limpio y lo engalanó con los hielos del
estupefacto caballero. Luego, previa floritura con la botella, cogió la crema
irlandesa –whisky con crema de leche-, la vertió en el vaso y ofreció el
resultado a un complacido Iñaqui Echevarne que había contemplado el espectáculo
con una sonrisa en la cara. Finalmente, devolvió al anónimo caballero su copa
deshielada como si nada hubiera pasado. Éste, atónito, le dio unos sorbos, compungido,
y se concentró en sus asuntos.
-
Verá, no he podido evitar fijarme –djo Echevarne- en que ha usado los dedos
corazón e índice para extraer los cubos de hielo del vaso de nuestro amigo.
En
este momento, Echevarne señaló al caballero –todavía no se había ido- moviendo
el pulgar en su dirección. El camarero soltó una risita y el hombre, incapaz de
hacer frente a la situación, simuló que el asunto no iba con él.
-
Permítame –continuó Echevarne- que le cuente una historia sobre estos dos
dedos:
En
la mayor parte de Europa tenemos la costumbre de expresar nuestro sentimiento
de burla, desprecio o desagrado mostrando el dedo corazón. Sin embargo, en
otros sitios, como Gran Bretaña, Australia o Nueva Zelanda, usan los dedos ya
mencionados. La disposición es muy sencilla: los dos dedos extendidos formando
una V. Igual que el signo de victoria pero con la palma dirigida hacia dentro.
La
historia sobre el signo de la victoria se remonta al principio de los años
cuarenta en Europa. En un contexto histórico dominado por el auge del nazismo
alemán y el fascismo italiano debemos dirigirnos justo al bando opuesto, a los
focos de resistencia activos que se podían encontrar en Francia, Holanda y
Bélgica. Tanto en francés como en neerlandés, la palabra victoria empieza por la letra v
–victoire y vrijheid respectivamente-. De este modo, empezó a popularizarse la
V como símbolo de rechazo ante las fuerzas de ocupación. Aproximadamente por
las mismas fechas, en el Reino Unido, y animados por el éxito de sus compañeros
continentales, apareció la idea de una V
sonora, utilizando código morse –tres puntos y una línea-. Irónicamente, el
ritmo que surgió era el mismo que las primeras notas de la Quinta Sinfonía de
Beethoven, autor de origen Alemán. Además, para redondear la explicación,
personalidades como Charles de Gaulle o el mismísimo Winston Churchill se
sumaron al V for Victory, adoptando
el gesto en la mayoría de discursos públicos que dieron a partir de 1942. En el
caso de Churchill, llegando a portar un puro entre ambos dedos.
Como
ya sabe, los políticos, por buenos que sean, siempre acaban cometiendo errores.
De tal modo que Churchill, quizá por pereza, quizá por descuido, señalizaba
algunas veces el signo de la victoria con la palma hacia adentro en lugar de
hacia fuera, de tal modo que sus conciudadanos, no todos de vertiente
aristocrática, observaban como su líder les dedicaba un “que te jodan” en lugar de instarlos a la resistencia.
En
este momento usted se estará preguntando: Entonces. ¿Cuál es el origen del palm-back V sign y
por qué tiene un significado diametralmente opuesto al de la victoria?
El barman, soñoliento, volvió a la realidad y
contrajo algunos músculos faciales de forma aleatoria. Echevarne entendió
aquellos guiños como una invitación a continuar con su perorata:
- Mire, nos remontaremos esta vez a los
principios del siglo XV, en el contexto de la Guerra de los Cien Años, que
enfrentó a Inglaterra y Francia en un pulso bélico por el control de múltiples
territorios en el viejo continente. En aquellos entonces los arqueros de tiro
largo ingleses eran considerados una de las mejores unidades de combate de toda
Europa, y por lo tanto era costumbre francesa cortarles los dedos índice y
corazón a los soldados capturados de tal modo que no pudieran volver a disparar
flechas.
Situémonos ahora en el 1415, en Agincourt –actualmente
Azincourt, cerca de Calais, en el norte de Francia-. Enrique V, en clara
inferioridad numérica –se habla de incluso 5 franceses por cada inglés- se
dispone a enfrentarse a las huestes francesas. Debido a una mejor estrategia y
disciplina, así como a la acción de los mentados arqueros ingleses, logra
hacerse con la victoria. Los vencedores, a modo de burla, deciden mostrar a los
vencidos los dedos índice y corazón extendidos, con la palma de la mano mirando
hacia fuera: mirad, todavía tengo los dedos, todavía puedo matarte con mis
flechas.
“We
few, we happy few, we band of brothers”: dice Kenneth Branagh en su película Enrique V, rememorando precisamente los sucesos de Agincourt. Que
el día de San Crispín –la batalla tuvo lugar la mañana del 25 de octubre- no se
olvidará nunca, así como tampoco los nombres de aquellos que aquel día lucharon
y murieron por Dios y por Inglaterra.
Yo supongo que muchos nombres ya se han
olvidado, sin duda. Por mí, que le jodan a Dios a Inglaterra, aunque hay que
reconocer que es una buena historia y mejor discurso. Y a mí ya me vale como
origen del palm-back V sign.
Llegados a este punto Iñaqui
Echevarne calló. Bajó la vista hasta su copa, meditabundo, y se la llevó a los
labios. Paladeó el licor, absorto, y con un golpe sordo volvió a dejar el vaso
sobre la barra de madera.
-Vaya,
me he extendido tanto que se me ha fundido el hielo –dijo Echevarne prácticamente
susurrando-.
Todas
las personas en un radio de seis asientos primero miraron sus bebidas y luego
recogieron súbitamente sus abrigos y sombreros y con un murmullo a modo de
disculpa abandonaron el establecimiento.
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